Prioridad correcta

Hace mucho tiempo, cuando no había demasiados coches en nuestras carreteras, las reglas de prioridad eran simples: los que llegaban por la derecha iban primero. Era sencillo, eficaz y económico desde el punto de vista de la infraestructura: unas cuantas pinceladas de pintura en la carretera y listo.

Luego, en algún momento, se decidió que la prioridad correcta estaba demasiado desactualizada para hacer frente al creciente número de automóviles. Luego comenzamos a capacitar a ingenieros de tránsito con un gran costo, a quienes luego se les pagó generosamente para que estudiaran nuestras carreteras. Esta época coincidió mágicamente con el surgimiento de empresas que vendían semáforos. Ni uno ni dos, comenzamos a equipar todas nuestras intersecciones con este tipo de equipos, para gran deleite de los fabricantes de equipos de señalización vial. Y para gran desgracia de los contribuyentes.

Esto funcionó durante bastantes años. En cualquier caso, era hora de haber dado la vuelta a todos los cruces. Pero cuando todo terminó, los ingenieros empezaron a hacer girar los pulgares y a mirarse unos a otros como basura. Y entonces, un día, nos dijimos que podíamos girar el coche en una rotonda y esta vez darle prioridad a los que venían por la izquierda. Funcionó en el otro lado, por lo que debió haber sido al menos igual de bueno hacia la derecha. Todos estaban contentos, los ingenieros volvieron a tener trabajo, las empresas de ingeniería civil se iban a divertir desmantelando todas las luces y construyendo hermosos edificios en medio de las intersecciones. En definitiva, hubo trabajo durante muchos años. Pero los contribuyentes continuaron cobrando impuestos.

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Y entonces, un día, un ingeniero encontró los viejos libros de su abuelo y redescubrió la prioridad correcta. Y allí empezamos a desmantelar las rotondas, y a volver a poner las pequeñas líneas blancas que habían sido borradas cien años antes.

¿Cuál es la moraleja de esta historia?

En primer lugar, el hombre es hiperactivo por naturaleza, pero muy ineficiente. La mayoría de las veces sería mejor no hacer nada para lograr un resultado igualmente bueno, probablemente incluso mejor.

En segundo lugar, hay motivos para desconfiar de los grandes teóricos, especialistas, profesores, asesores, políticos, etc. No es que sean incompetentes o deshonestos, pero han sido formateados para producir análisis, estudios y soluciones. Si se permitieran decir simplemente "sería mejor no hacer nada", pasarían por marionetas y perderían clientes, votantes, estudiantes, etc.

Trump es el epítome de la persona hiperactiva que agita el aire y no produce resultados. Al contrario, crea más problemas de los que resuelve. Pero fue precisamente esta bocazas y esta agitación lo que le hizo elegido.

El mundo del trabajo también está plagado de ejemplos de intercambios de aire innecesarios y contraproducentes. Creamos, destruimos, recreamos, etc., dependiendo de los cambios de los directivos y de sus estados de ánimo.

En el mercado de valores ocurre exactamente lo mismo. Nos resulta muy difícil cerrar los ojos y no hacer nada. Sin embargo, en la gran mayoría, buy&hold es la solución más rentable y menos costosa en términos de tiempo y dinero.

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Seguir a los gurús de CNBC o recurrir a un asesor de inversiones la mayor parte del tiempo sólo alimenta la fortuna de aquellos de quienes se esperaría que aumentaran la suya.

Así que la próxima vez que te hagas la pregunta, deja que los demás se emocionen y dales prioridad...


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4 comentarios en “La priorité de droite”

  1. ¡Muy buen artículo sobre la filosofía de la inversión pasiva y la importancia a veces de no hacer nada en lugar de hacer nada!

    Tu texto también me hizo pensar en todos estos efectos de moda. El hombre ya no inventa nada nuevo, a menudo da vueltas y hace algo nuevo a partir de algo viejo...

    Algunos ejemplos:
    – Hoy estamos derribando muros para crear cocinas abiertas. Dentro de 10 o 20 años habremos comprendido todos los inconvenientes (olores, ruidos, etc.) y reconstruiremos estos muros.
    – Siguiendo con el tema de los apartamentos, hace 20 o 30 años sólo jurábamos por las alfombras. Hoy en día abundan los suelos de parquet. ¿Te imaginas cómo será dentro de 20 años...?
    – En la oficina también derribamos muros para fomentar el intercambio entre compañeros y las sinergias (o tal vez sea simplemente para hacer como en EE.UU.). Ya sabemos que es un desastre en lo que respecta al ruido, la concentración o la propagación de microbios. Por no hablar de las alegrías entre compañeros (el que apesta, el que habla demasiado alto, el que abre la ventana con demasiada frecuencia, etc.). ¡También aquí, dentro de 20 años, redescubriremos las ventajas de las oficinas pequeñas!

  2. Tu texto me hace pensar en hormigas en las que encontramos:
    – un tercio de los trabajadores eficientes
    – un tercero que no hace nada en absoluto
    – un tercero que destruye más de lo que trae al hormiguero

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