Lamentablemente, existen muy pocas soluciones que realmente funcionen para salir de este sistema. Desde el punto de vista del consumo, hay que volver a lo básico: comer en temporada, con productos locales, vendidos en el mercado. En definitiva, es más barato que en el supermercado, mejor para tu salud y para nuestro planeta.
Asimismo, respecto a los artículos no alimentarios, debemos pensar en la verdadera utilidad de los productos que se nos muestran, y no en la imagen que queremos transmitir a través de la publicidad. Coche, smartphone, PC, televisión, reloj conectado, robot aspirador, cafetera, lavadora, lavavajillas, gafas de sol, ropa, etc… ¿son todos estos bienes realmente necesarios? En caso afirmativo, ¿en qué cantidad? ¿Es necesario comprar siempre nuevo? ¿Cuántos artículos poseemos que nunca o rara vez usamos? ¿No podemos hacer las cosas de manera diferente?
Muy a menudo procedemos por costumbre, sin hacer demasiadas preguntas. Cambiando sólo algunos de estos hábitos, podríamos prescindir de muchas trivialidades en nuestras vidas, sin privarnos realmente de ellas. Un coche en lugar de dos, o incluso no utilizar el transporte público y/o la bicicleta.
Priorizar la calidad sobre la cantidad. Si realmente debemos adquirir un bien, éste debe ser de buena calidad y durar el mayor tiempo posible. No compres uno nuevo cada vez que sale un último modelo. También puedes comprar de segunda mano. O no comprar nada.
En definitiva, entre esta opulencia de bienes que te rodean, ¿cuántos te resultan realmente útiles, es decir, que te dan placer y mejoran realmente tu calidad de vida? ¿O es simplemente ser “como todos los demás”?
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Tienes razón: comprar lo que realmente necesitamos en lugar de consumir como una oveja, pensar en nuestras necesidades reales en lugar de intentar proyectar una determinada imagen, ser en lugar de parecer.
Aprender a prescindir de lo superfluo también significa darse los medios para convertirse en pensionista más rápidamente: cuanto menores sean nuestros gastos, menores deben ser nuestros ingresos (pasivos).
El dinero no compra la felicidad, pero te hace libre.
Sí, ¡es incluso un punto crucial de independencia financiera!