Siempre me sorprenden los chicos que trabajan hasta el final. Se alinean los últimos años, hasta los 65 y a veces incluso parece que no quieren soltarse. Algunos, además, prolongan el “placer” unos años más. Francamente, y esto no es de segunda categoría, los admiro.
Imaginar que podríamos trabajar así, desde la posadolescencia hasta el comienzo de nuestro tercer año, merece un gran reconocimiento. Levantarse casi 10.000 veces, temprano en la mañana, a veces bajo la lluvia, la nieve o el frío, a menudo para enfrentar las críticas de los superiores o de los clientes, y todo ello manteniendo siempre una sonrisa. Es el trabajo de un héroe.
Personalmente, no soy capaz de ello. Calculo que sólo llegaré a la mitad del camino. Por lo demás, he ganado algo de tiempo gracias a los estudios (gracias padres) y sobre todo me beneficiaré de una jubilación muy anticipada (gracias a mí mismo).
Así que, por supuesto, no todos los trabajos son comparables. Ciertamente el mío tiene algo que ver y me agotó mucho antes de tiempo. Pero eso no lo explica todo, porque veo a mi alrededor muchas personas con actividades francamente dolorosas que llegan hasta el final. Una vez más, felicidades para ellos.
Pienso sobre todo que se trata de personalidad. Hay personas hechas para trabajar, incluso hay algunas a las que les encanta. En cuanto a mí, no soporto tener que rendir cuentas a los demás. Es más fuerte que yo. Y esto se debe seguramente al hecho de que soy un INTJ.
Señoras y señores trabajadores, tengan todo mi respeto. Sólo por eso no me beneficiaré del desempleo, ni del seguro de invalidez, ni de ninguna otra asistencia social. Pagaré solo por mi libertad.
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