No hacer nada... Ya hablé de ello en mi último post. ¿Alguna vez has notado lo difícil que es? Incluso cuando partimos con la firme intención de pasar el rato, muchas veces resulta imposible. Siempre hay algo o alguien que te detiene. Una pequeña invitación por aquí, un pequeño servicio por allá, un teléfono por aquí, un bebé llorando por allá... Y aunque se den todas las condiciones para mantener la calma, nos topamos con nuestro viejo demonio, nuestra maldita incapacidad de permanecer inactivos durante más de un minuto.
¡Al invertir, incluso me llevó varios años aprender a no hacer nada! Dos grandes caídas bursátiles todavía habrán terminado por sacar lo mejor de esta morbosa sed de comprar, vender y quedarme atrapado detrás de mi pantalla analizando la variación de los precios de las acciones. Hay que tener la cabeza enterrada hasta el cuello para comprender finalmente que toda esta agitación es completamente inútil. Sin embargo, lo sabemos desde el principio, pero no podemos hacer otra cosa, al menos no hasta haberlo experimentado, con todos los aspectos negativos que implica.
En la vida es como en las inversiones, la mayor parte del tiempo corremos de forma estéril. Nos agitamos, nos emocionamos y al final nos encontramos en el mismo punto como si nos hubiésemos quedado sin hacer nada. Muchas veces hubiera sido incluso mejor no actuar. Es una constante de la humanidad y vale para individuos, empresas e incluso Estados. Sólo hay que ver la ineficiencia de la mayoría de los gobiernos y el trabajo destructivo que pueden realizar.
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¡Gracias Jérôme, artículo especialmente relevante un domingo! Dos comentarios:1. no somos animales indolentes y el 'movimiento' (estar ocupado, moverse, etc.) es vida y, más importante en materia de finanzas 2. la industria financiera se remunera con la agitación de sus clientes, por lo tanto el marco es falso, somos obedeciendo sólo a una fuerte corriente de incentivo para operar la máquina y gastar. Esto equivale a fomentar el consumo de productos no esenciales.