Nuestro peor enemigo

Hersh ShefrinEn mi artículo de agosto je parlais de la fonction subliminale sur le cerveau lié à une réflexion sur la finanzas comportamentales. J’ai depuis assisté à un cours, sur trois jours, sur la finance comportementale donné par un grand ponte du sujet, qui étude ce thème depuis les années 1970, alors que personne, hors du monde académique, ne savait ce que c’était. Je dois avouer que le cours était absolument fascinant dans la mesure où la théorie (qui n’en est pas une) de la finance comportementale entre en opposition directe avec la théorie de l’efficience des marchés, qui veut que le prix reflète toute l’information disponible et que le prix réagit à, et intègre, quasi instantanément toute nouvelle information, éliminant ainsi toute possibilité d’arbitrage (le grand défenseur est Eugène Fama, récompensé par le Nobel de l’économie le mois passé en même temps que Robert Schiller, qui lui défend plutôt un marché avec certaines inefficiences, dues justement à l’aspect comportemental humain).

Con casi 40 años de retrospectiva, datos, crisis y estudios, teorías y contra-teorías
que analizan en detalle todos los sesgos de los que es víctima el ser humano y que le impiden reaccionar racionalmente en sus decisiones financieras (pero no sólo), no hay una respuesta perfectamente clara: el mercado muestra comportamientos que no deberían existir si fuera racional y, por tanto, eficiente. Los ejemplos abundan:

1. Varios estudios han demostrado que vendemos acciones rentables con demasiada rapidez y acciones rentables con demasiada lentitud (porque el "dolor" infligido por la venta y la pérdida es aproximadamente el doble del placer generado por la ganancia).

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2. Los precios de las acciones tienden a "desviarse", tanto para ganar como para perder. Un anuncio positivo sobre una acción hace que suba instantáneamente, pero puede seguir subiendo durante meses después del anuncio, mientras que en un mercado racional una vez que el precio se ha ajustado no debería moverse más. El corolario es el mismo, con algunas ligeras diferencias a la baja.

3. Extrapolamos el pasado: estamos (emocional pero no intelectualmente) convencidos de que, contrariamente a lo que dicen todos los prospectos, el pasado es predictivo del futuro. Como resultado, se ha desarrollado toda una teoría del contrarianismo que puede funcionar... con el tiempo.

4. Intuitivamente dominamos muy mal la estadística y no podemos evitar construir escenarios de reversión a la media. Por ejemplo, tras periodos prolongados a la baja o al alza, tendemos a ver cómo se consolida un mercado inverso y a sobrevalorar el movimiento contrario cuando, estadísticamente, deberíamos contar siempre con el crecimiento histórico (¡que es, al fin y al cabo, el escenario más probable!).

5. Confundimos sistemáticamente las buenas acciones con las acciones de buenas empresas. Esto nos lleva a expectativas contrarias a la lógica: esperamos mayor rentabilidad de las acciones de buenas empresas que de las de malas empresas. Es el mundo al revés: cuanto menos riesgo, más rentabilidad esperamos.

6. Confiamos demasiado en nosotros mismos. Sobreestimamos nuestra capacidad de estimación en general y las posibles fluctuaciones en particular.

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Lo más sorprendente es que los profesionales de las finanzas son tan propensos a estos sesgos de comportamiento como los no profesionales.

La cuestión a 1.000 francos (o euros o $ o £) es obviamente: ¿podemos explotar estas distorsiones del mercado para arbitrar estas incoherencias de precios? Y aquí la cosa se pone muy, muy peliaguda, porque estamos tratando con seres humanos, y por eso las finanzas conductuales no son una teoría, sino una observación. Se podría, por supuesto, pero a riesgo propio. Hay tanto riesgo de equivocarse como de acertar. Así que la conclusión es, y aquí es donde entra Hersh Shefrin*: aunque el mercado haya demostrado repetidamente que no es eficiente, para un inversor es mejor suponer que sí lo es. Esta es la forma menos arriesgada: invertir en el mercado, en fondos que reproduzcan el mercado, y prestar mucha atención a los costes.

¿Dónde nos deja esto con nuestros dividendos? Ese será el tema de un próximo artículo...

*Beyond Greed and Fear, understanding behavioral finance and the psychology of investing, Hersh Shefrin, Oxford University Press,


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1 comentarios en “Notre pire ennemi”

  1. Gracias por este excelente artículo, Armand.

    Como muchos inversores, durante mucho tiempo me centré en los datos técnicos relativos al mercado, las acciones y las empresas. Estudié a fondo los ratios financieros y las configuraciones de los gráficos. Leí mucho sobre distintas estrategias de inversión, análisis técnico, velas japonesas, análisis fundamental, etcétera. Pero cuanto más aprendía, más sentía que me perdía.

    Fue mucho más tarde cuando me di cuenta de que había olvidado un elemento (perturbador) fundamental: yo mismo. Me di cuenta de que, la mayoría de las veces, mi codicia o mis miedos me llevaban sistemáticamente a tomar decisiones equivocadas. Sobre todo, elegía valores demasiado volátiles para mi apetito por el riesgo.

    Desde el día en que empecé a tener en cuenta la volatilidad de las acciones, mi rendimiento mejoró como por arte de magia. Esto significa que el problema era yo. Muchos inversores dicen que la volatilidad no es un riesgo. Tienen razón, siempre que se tenga en cuenta únicamente el instrumento de inversión. Pero mientras haya gente dando órdenes de compra/venta, hay emociones de por medio y, por tanto, un riesgo real de no tomar las decisiones correctas.

    Espero con impaciencia el resto del artículo, sobre la relación con los dividendos. Ya tengo una idea aproximada, teniendo en cuenta lo que acabo de escribir más arriba.

    Mientras tanto, los lectores pueden leer dos artículos que escribí en su momento sobre el mismo tema:

    http://www.dividendes.ch/2011/09/le-pire-conseiller-financier/
    http://www.dividendes.ch/2012/01/la-volatilite-amie-ou-ennemie/

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