Apenas nueve meses después de iniciar mi primera actividad profesional, ya empezaba a invertir en bolsa, con la noción aún algo nebulosa de "rentista" como telón de fondo. Ya sabía que no quería trabajar toda mi vida, pero aún no conocía todos los entresijos. Así que continué por el oscuro camino que había iniciado con mi orientador, sin saber muy bien adónde iba. Esta vez fue la realidad la que me alcanzó y me mostró el camino a seguir, pero no realmente de la manera que yo esperaba.
Apenas había invertido mis primeros ahorros, en agosto de 2000, cuando el mercado empezó a desplomarse. Yo no tenía ninguna experiencia bursátil y todos mis planes de independencia financiera futura se vinieron abajo al mismo tiempo. Perseverante, seguí invirtiendo en 2001, pensando que podría compensarlo beneficiándome de un rebote de la bolsa. Me equivoqué. Aún perseverante, e incluso un poco testarudo, volví a hacerlo en 2002... otra muy mala idea.
A principios de 2003, llevaba casi tres años registrando fuertes pérdidas. Podría haberme rendido, vender lo que me quedaba y abandonar la bolsa. En ese momento recibí una pequeña ayuda del destino, en primer lugar en forma de una inesperada suma de dinero, pero también y sobre todo a causa de mi trabajo, que se estaba volviendo cada vez más insoportable. Ya empezaba a acumular las horas, las responsabilidades y las preocupaciones que ello conlleva. Así que, en lugar de desanimarme a invertir, me dije que tenía que perseverar una vez más y que tarde o temprano mis esfuerzos darían sus frutos. Y no podía estar más en lo cierto...
Así empecé mi 4ª oleada de inversiones, en marzo de 2003, cuando G.W. declaró la guerra a Irak. Comprar al son de las armas... Esta vez acerté, y gracias a mi obstinación conseguí enjugar mis fuertes pérdidas iniciales.
Esta lección de vida del mercado me ha servido enormemente y me sigue sirviendo hoy en día. Me he vuelto mucho más prudente con mis inversiones, proyecciones y objetivos. También me di cuenta de que, incluso cuando la situación parece comprometida, puede volverse rápidamente a tu favor (aunque lo contrario también es cierto) y de que nunca debes rendirte.
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Yo añadiría:
Sé codicioso cuando los demás sean temerosos y temeroso cuando los demás sean codiciosos.
Muy bien dicho.